martes, 11 de mayo de 2010

Más últimos comentarios del Campeonato Nacional de Scrabble, España 2010.

Sí, yo sé, había dicho que ya había puesto los últimos comentarios del nacional… ¡pero! ¡Es que lo que os voy a poner aquí no era para dejarlo en el tintero! :D

Revisando algunas cosas, me extraño ver que al final Neme ganó a Ernesto. Y digo que me extrañó porque cuando yo me acerqué a ver, como puse en el comentario al respecto del post “Segundo día del campeonato…” Ernesto iba ganando y no vi que Neme tuviera muy buenas letras. Así que le pregunté a Ernesto y me contó que: “me ganó en la última jugada, me clavo PERUANO, y yo con muy poco tiempo, no me dio tiempo a pensar buenas jugadas, conté mal las letras, me pone una A, y yo le dije, q de donde la había sacado, jejejejejejejeje. Me dio bronca haber contado mal, es más, en cuanto puso su palabra en el tablero, le dije que se la rechazaba, jejejejjeje, es que ¡¡¡¡¡en serio!!!!!! En cuanto colocó, sin leer, dije IMPUGNO, jejjejejejeje ya que para mí no podía enlazar, pero cuando me dice ¿CANA, vas a impugnar? jejejejje, ¡¡¡Me quedé con cara de boludo!!! Ahí fue cuando le pregunté de dónde había sacado esa A jejejejeje.” Pero fue una bonita partida ¡al igual que la de Joan Lázaro! Pero bueno, me toco perder ;)

Patxi me envió esto de su dedo y teclado, ¡no tiene desperdicio!:

LA MALDITA “SALIDA CZARDAS*”
Aún unos días después de acabado el Nacional, andaba dándole vueltas a esa traición de primer atril de mi última partida. A punto estaba de abrir el correo para compartirlo con mi apreciado Enric, no en vano bicampeón mundial y rey de las “salidas UCHU y DIJES” y que, de buena tinta sé, sabría paladear este caramelo e incluso darme una segunda y hasta tercera opinión. En éstas que mi querida Igotita me pide alguna anécdota nacionalina para su variopinto blog y, claro, ¡cómo no!, qué mejor que contar todo lo que se me pasó por la cabeza en el momento de manejar aquellas siete fichas, en apariencia tan sumamente bondadosas, pero en el fondo tan envenenadas. Pero, ¿de qué forma encajar esto en un blog que lleva por nombre “Disfrutando de la vida” y en el que la ludoreportera –hay que verla correr, entre rondas, de la mesa de juego al portátil y otra vez a la mesa de juego sin apenas descanso- toca todo aquello que de placentero se va pudiendo llevar en su mochila? Y, por supuesto, claro que puede tener cabida –espero que ella esté de acuerdo-, ya que, si este juego que nos enloquece es realmente mucho más que una mera sucesión de palabras jugadas para obtener puntajes, creo que éste podría ser un gran ejemplo de mucha de la sustancia lúdica, intelectual y casi espiritual que podemos llegar a sacarle a esta pasión.

Así pintaba el cuadro: última ronda del nacional y llegamos a empujones por el primer puesto “el gigante de Flandes” y “el pulpo del Mar Menor” (o “la gota malaya” como dicen también por ahí). En mesa dos, Álvaro, “el wonderboy del Guadalquivir”, tiene la incómoda misión de contribuir a que el título nacional no vaya a manos de un francés –de todos es sabido que es asunto de Estado y más cuando se trata de un hijo de nuestra vecina norpirenaica-, mientras en mesa uno la debutante gallegoinsular María Iglesias -¿alguien le encontró ya apodo?- venía rompiendo pronósticos con 8 de 13 más un BYE y de comerse en ronda anterior a “el Maestro” –y todo eso sin siquiera contar fichas. Ya contaba con jugar la partida con el cuchillo entre los dientes, sin relajación ni presunción de superioridad, desde el minuto uno hasta el 90 –si lo hubiera- y la verdad es que la bondad de mis primeros atriles me permitió tomar distancia y marcar cerrojazo haciendo un poco más cómoda la partida, pero la sensación que en todo momento me transmitió la que a la postre saldría de la plaza con las dos orejas –mejor debutante y sub-1800- fue de continuo peligro.

Y hete aquí ya con el primer atril, ese envenenado AADRSZ*, que puede parecer el sueño de todo atrilófilo pero que tanta faena me daría. Y no diría que sacara una jugada maestra, más bien al contrario, con lo que considero dos errores consecutivos, pero la verdad es que nunca estuve más orgulloso de poder relatar así un par de errores. Tic-tac, tic-tac, comienza el tiempo a correr y para todo esto dio mi pensamiento en más o menos cinco minutos.

Zeta y blanca, dos bombazos en el atril a los que hay que sacar un buen partido y, si no se puede, guardar el comodín para el siguiente turno, pues de otra forma tal vez sería un desperdicio. Está bien, la zeta al doble y 102 puntos a la buchaca. Pero, ¡ah!, si salimos con un RAZADOS, RAZADAS o ROZADAS, con una T nos puede destrozar sumando triple y triple. Con REZADAS necesitará una F o una B, más improbable, pero nos puede hacer un roto igual... ¿y rezar será transitivo o sólo cuestión de fe? Con RIZADAS aún peor; le vale la T pero también la E. ¿Valdrá RAZUDAS? No pinta bien arriesgarse así. Probemos con el otro doble: ADREZAS, ADRIZAS... Nanai de la china, nos mata con la E. ¿Se me escapará algún otro anagrama? Tic-tac, tic-tac.

Bueno, está bien, no consigo sacarlo. ¿Cuánto da llevar la D al doble? Hum... sólo 86 puntos. Sí, ya lo sé, la diferencia respecto a la otra opción son sólo 16 puntos y ya sé que muchos de vosotros –tal vez yo mismo en otro momento o lugar- lo daríais por bueno, pero qué dolor deshacerse de zeta y, sobre todo, de blanca, a la que tal vez con no mucha suerte pueda sacarle mucho más partido. Tic-tac, tic-tac.

¿Qué hago, qué hago? En la más exterior de las apariencias, completamente relajado, jugando tranquilo, el pulso y la respiración pausados. Pero por dentro, un tira y afloja entre demonio y angelito: “¡guarda la blanca!”, “¡juega por 102!”, “sé más prudente!”. Y entonces lo vi. Justo cuando estaba a punto de jugar un ZA por 22, se me apareció ese CZARDAS* que no sé de qué oscuro rincón de mi desván léxico salió. No había duda, ¡a por el CZARDAS*! Tic-tac, tic-tac.

Pero entonces, mientras colocaba una a una las fichas, pausadamente, otro torrente de pensamientos me asaltó. ¿Admite el plural? Hum... me temo que no. ¿Una palabra con esa extraña construcción con C-Z? Aún estás a tiempo de cambiar las fichas de orden y optar por el 102 o el 86. Claro, que también... si esta chica juega en Rede, es fácil que alguna vez le hayan puesto la combinación y que le suene tan bien que no la impugne, o que, incluso, obnubilada como yo por la belleza del palabro, no se plantee el rechazo. ¿Y quién te dice que, como recién llegada a las primeras mesas no deja de impugnar porque no se la tache de novata, que no le pueda el afán de parecer que conoce palabros –no en vano después me dio por buena un buen AUTÁN-? Pero, claro, como no la conozca, coge la papeleta de impugnación seguro.

-CZARDAS*, una C.


Y el bolígrafo a la planilla rápidamente, para anotar y sumar, con buena cara de póquer. Tic-tac, tic-tac.


-¿Qué letra dijiste?
-Una C.
-¡¿Una C?!


Ay, Madre de Dios... ¡Estás muerto!

Tic-tac, tic-tac. La planilla tardó un siglo en volver de la mesa de jueces y me costó un buen trago de saliva aceptar la implacable sentencia con la misma cara de póquer con que la coloqué, no sin antes pedir el alegato... ¡cómo no!. Y mantener esa cara de póquer mientras la retiraba –¡ay, pobre... cara de póquer... si ya has mostrado todas tus cartas!. Mal empezaba esa decisiva partida. Lo que siguió después fue un cambio de ella y un ZA mío por 22, probablemente mi segundo error. Porque aunque el ZA ya me pareció bueno en tanto que hay un millón de palabras que empiezan o terminan en tan bonito par de letras y, aunque ADRS* es un buen resto de atril, tal vez un resto ADR* -jugando SAZ- me habría dejado más opciones, además de ofrecerme la línea del ASAZ para el turno siguiente.


Tic-tac, tic-tac... mis siguientes atriles fueron benévolos con mi error inicial y me permitieron tomar buena ventaja y luego cerrar como un marrano hasta el final, para impedir que la canaria desplegara el talento que se podía intuir detrás de cada una de sus jugadas.

Pero la verdad es que realmente esos cinco minutos, errores incluidos, fueron de los mejores que pude disfrutar en este último nacional. ¿Y tú, qué habrías jugado? Tic-tac, tic-tac.

N del J.: * El asterisco junto a CZARDAS indica que la palabra es inválida para el juego. Y yo me pregunto, el hecho de que como palabra extranjera no pueda jugarse en plural, ¿significará que mientras un húngaro puede bailar una y otra czarda sin parar, un hispanohablante se tiene que conformar con un solo baile?

Esto nos lo mandó Tavi por mail, pero me pareció tan genial que le pregunté si lo podía compartir con el resto del mundo :D Previo a leerlo, debo hacer una aclaración o mejor dicho, presentar a Tavi como es debido. Yo siempre he dicho que el mundo del Scrabble está plagado por geniecitos… bueno, también he dicho que todos los del Scrabble somos, algunos más, otros menos, algunos de una forma, otros de otra… “raritos” ;P Tavi es un buen exponente de lo primero (vaaaaleeee, luego de leer su escrito dirás que ¡también de lo segundo! ¡Pero eso te lo digo para que lo digas tú mism@!) :P

El caso, que Tavi es un geniecito de los lenguajes. Siendo rumano, habla perfectamente castellano, sabe también inglés, francés, ruso, catalán y ahora mismo no me acuerdo qué más… ¡súmale a esto no sé cuántos lenguajes de programación! :D

Si ya sólo con esto Tavi despertó tu admiración…. ¡es que no le has oído hablar! Yo no sé cómo lo consigue el tío, pero a cada frase que te dice le puedes sacar segundas, terceras y ¡hasta cuartas intenciones! Juega con el idioma de tal forma que te dice una palabra con diversas interpretaciones… por dar un ejemplo, una palabra normalita como “canta” y en el contexto que te la dice, puedes interpretar la frase de formas tan diferentes que hay que tener mucho cuidado con lo que le respondes. ¡Eso cuando consigues entenderle! ¡Ya más de algún dolor de cabeza me ha conseguido tener una conversación con él!

Vale, luego de ese preámbulo, creo que ya estás list@ para leer su relato (bueno, listo… ¡no sé yo si se puede estar list@ alguna vez para los relatos de Tavi! Pero al menos ¡avisad@!) ;P

La otra velación


Me acaban de contar que el fin de semana pasado se jugó el Nacional de Escarpelo. Hay que ver qué cosas más raras ocurren en este mundo. No sé vosotros, pero yo estuve en Sevilla. Fue la primera vez. Tras las otras 6. Pero siempre es como si fuera la primera. Llego al aeropuerto y no sé cómo seguir adelante. Cojo el autobús y luego me apeo en un descampado. Cuando pregunto cómo seguir hasta las tres Anas, me piden 2 euros por la información. Digo que soy transilvano y entonces se espantan y huyen.


A diferencia de las otras veces, en esa ocasión me pasó algo raro. Aunque a decir verdad, siempre me pasa algo raro. Pero no, no, ahora fue raro raro, y no es una repetición gratuita. Tampoco vale 2 euros. No sé cómo decíroslo, fue como una revelación, y eso que al principio no estaba seguro de si era una rebelación. O una revelación. O las dos.


Claro, pensaréis, debe de ser lo del estadio. Eso os lo tengo que explicar. Me alojé cerca del estadio. De un estadio. El caso es que no me acuerdo del cuál. Me dijeron que en Sevilla todo tiene pareja, como los ríos Guadal y Quivir. Incluso hay una ciudad llamada Sevilla y otra Betis. No hay excepciones. Qué bien, pensé, mira, ahora puedo ver incluso los partidos de fútbol. Y ¿sabéis qué? Gracias al estadio no me perdí. A eso tengo que añedir que en el barrio colindante es muy fácil perderte. Me perdí varias veces. La primera igual que la segunda. Sin embargo, gracias al estadio, siempre llegaba a buen puerto. Al del Guadal. Pongamos el último día. Estaba dando ya la quinta vuelta al pino de ese parque con nombre poético cuando de pronto vi una turbamulta. El partido había concluido. ¿No adivináis lo que hice? Fui en la dirección contraria. Genial.


Pero creo no fue esa la revelación. No, no. Porque todavía no os dije por qué estuve en Sevilla. Es que hay cierta gente muy extraña - ¡de verdad! - de esa clase a que vosotros y yo nunca nos acercaríamos - aunque fuese sólo por preguntar quién ganó el domingo - que juega (es un decir, yo no me lo creería ni muerto) al Scrabble. Qué nombre más escalofriante. No sé, es como si dijera Nosferatu. A ver, pensé, a ver qué tipo de rito satánico es ese. Hice de mis intestinos corazón (me costó un huevo y ahora me queda sólo el izquierdo) y lo vi. Es de lo más curioso. A veces se juntan, y entonces se llama Duplicada. A veces se ponen conservadores, y entonces se llama Clásica. Ya os decía yo que son muy extraños.


Pero creo que no fue esa la revelación. No, no. Porque todavía no os dije a quién conocí allí. La verdad es que aunque os dijera sus nombres, poco os importaría. Total, que no os los voy a decir. Pues conocí al mejor clásico en vida, que es más vivo que una Chispa sin ese, y al máximo duplicadero viviente que es más rápido que una Bala con i. Y quedé pasmado. ¡Qué suerte que tenía!


Pero creo que no fue esa la revelación. No, no. Porque todavía no os dije qué hice allí. Y estoy avergonzado. Muy mucho. Vale, no soy el que pensabais. Soy un pusilánime cobarde. Sí, no pude resistirlo ni pude resistirme. Jugué. Eso, me desvirtué del todo. De las últimas reminiscencias de dignidad que me quedaban. Y ya no me queda nada. Tendríais que saber que esos utilizan lo que llaman un tablero, que es una especie de petrel o de gaviota, encima del cual colocan fichas - que también se llaman pícaros o bribones. Utilizan igualmente atriles que son una suerte de mueble inclinado.


Hasta esa ronda todo bien. Iba perdiendo y ganando. Pero en esa pésima ronda de pronto algo cambió, incluyendo la te. Tenía un contrincante delante, pero estaba solo. Jugábamos los dos y no obstante se parecía al frontón. De golpe recordé una imagen (dolorosa) de la infancia, cuando solía escarbarme con programas informáticos y me daba la sensación de que era imposible ganarlos. Porque uno no puede ganar a un programa. Eso está escrito. Claro, te da esperanzas, pero son falsas. Te engaña y luego te aporrea.


A veces me pasa que saco las tres cus de la bolsita, mientras el adversario tiene los tres comodines. Es normal. No hay nada que hacer. Ahora sin embargo era o jogo bonito, 4 scrabbles por cabeza, fichas equilibradas, si yo tenía la uve doble, él tenía la ka y viceversa. Aunque ¿cómo lo diría? siempre me daba la sensación de impotencia. Me acordé de los consejos de mis varios entrenadores: nunca aflojes, piensa, no te enrolles, sosegate... Pero ya no podía más. Jugaba doquiera y jugué doquiera. Qué maravilla. Cuánto arte. Espléndido. Y entonces pasó. No, no pasó, sino jugó. Hizo la mejor jugada. Sin apuntarse nada. Os lo juro. Los ojos se me enturbiaron. La mente se me enturbió. El aire se enturbió. Fui patético. Un poema sin rima. Un cuento sin frases. Perdí. Y entonces me dijo: chaval ¿por qué jugaste ahí y no adoquiera? Tenías todo el tablero para tí, todo el tablero.


Creo que esa fue la verdadera revelación. Ahora sé qué contestar a la próxima encuesta.


t.

Para terminar te dejo con las fotos del “harem de Topo” que nos las tomó Alonso con mi cámara, pero como estaba en modo deportes, ¡tomó de a montón de un solo! :D ¡A ver si encuentras las diferencias! ¡Que no hay ni una que sea igualita a otra!

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