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viernes, 17 de febrero de 2012

Fiakers frente al Palacio Hofburg en Viena. Fotos sueltas.

Viena es hermosa, la veas por donde la veas. Esta vez comparto contigo una foto tomada en un día de lluvia a los coches tirados por caballos que hay frente al Palacio Hofburg, reciben el nombre de fiakers y llevan desde el siglo XVI y hay cocheros que aún visten al estilo de tal siglo, prestando el servicio de llevar a pasajeros por los rincones emblemáticos de Viena siendo a la vez cochero y guía.



Ya de paso aprovecho para comentar que a los caballos les ponen un recogedor justo debajo de la cadera para que cuando el animal haga sus necesidades no vaya ensuciando las calles. ¡Genial! :D

El precio es por grupo y es fijo, no se puede regatear. La vuelta de 20 minutos cuesta 40 euros, la de 40 minutos 65 y una hora 95. (No, barato no es).

lunes, 23 de enero de 2012

Palacio de Belvedere de Viena. Los encantos de...

El Palacio de Belvedere en Viena es de visita obligada si vas a esa ciudad. Además de su belleza, de la que disfrutas aunque no sepas mucho de la historia del lugar, tiene también una historia interesante y es obra de un reconocido artista que tuvo también a su cargo la construcción de otros magníficos castillos europeos.

Me gustó mucho el relato de la historia de la web guía de Viena, así que la comparto contigo:

"El Palacio de Belvedere con su jardín, una de las más bellas y elegantes construcciones principescas de Europa, fue construido por Johann Lukas von Hildebrandt entre 1714 y 1723 en lo que entonces eran los límites de la ciudad, como residencia de verano y sede de fiestas y banquetes del príncipe Eugenio de Saboya (París, 1663 – Viena, 1736).


Este príncipe, no muy agraciado físicamente, fue educado en la corte de Luis XIV de Francia (el rey sol), al cual solicitó el mando de un batallón y el cual se lo denegó al no creerlo apto para la carrera militar. Pero Eugenio de Saboya demostraría lo contrario, ya que sería uno de los más brillantes generales austriacos durante las guerras contra los turcos a finales del s. XVII (responsable de la derrota definitiva en la Batalla de Zenta en 1697), además de haber participado en otras guerras y batallas, como la Guerra de Sucesión Española, donde logró importantes victorias.


En 1697 el Príncipe Eugenio adquirió un amplio terreno con jardín y encargó a Johann Lucas von Hildebrandt (1668-1745), autor también de otras grandes obras como el Palacio Schwarzenberg, el Palacio Daun-Kinsky, el Palacio Schlosshof o el Convento Göttweig entre otras, la construcción del Palacio de Belvedere.

Este conjunto palaciego barroco está formado por dos palacios: el Belvedere Superior o Alto Belvedere y el Belvedere Inferior o Bajo Belvedere, uno frente al otro, separados por una serie de jardines escalonados a lo largo de una colina. Dichos jardines fueron diseñados entre 1700 y 1725 en estilo italo-francés, con estatuas, fuentes y escalinatas.


El Belvedere Inferior o Bajo Belvedere fue construido entre 1712 y 1716 como residencia de verano del príncipe Eugenio de Saboya. En él destaca la suntuosidad de las antiguas dependencias privadas y de las salas de recepción del príncipe, tales como la habitación dorada, el dormitorio del príncipe, la sala de grotescos y la galería de mármol. Muy notable es también el fresco en perspectiva de la sala central, obra del pintor bolonés Marcantonio Chiarini.


El Belvedere Superior o Alto Belvedere fue construido posteriormente, concretamente entre 1717 y 1723, como pabellón de fiestas del príncipe Eugenio de Saboya. En este palacio ajardinado destacan la elegante Sala Terrena, la Prunkstiege, la suntuosa Sala de Mármol (con el enorme fresco del techo obra de Carlo Carlone), así como las diferentes salas ricamente adornadas con trabajos de estucos y frescos. Aquí es donde Eugenio de Saboya tenía sus famosas colecciones de arte así como su biblioteca. Durante el invierno de 1732-33 la Sala Terrena recibía su aspecto actual; por motivos estructurales (la sala amenazaba con derrumbarse), Hildebrandt tuvo que construir de forma adicional una bóveda con arcos sostenida por cuatro Atlantes.


Ambas construcciones barrocas, Alto Belvedere y Bajo Belvedere, se unieron mediante un parque simétrico, diseñado según los modelos franceses e italianos; con sus numerosas esculturas y fuentes, el zoológico, la Orangerie, invernaderos acristalados para plantas exóticas y una gran pajarera, este jardín era uno de los parques europeos más suntuosos del s.XVIII.


Tras el fallecimiento del príncipe Eugenio en 1736, su sobrina, la Princesa Victoria, heredó el Palacio. Pero ésta no estaba interesada en el mismo y lo vendió, pasando así a manos de los Habsburgo; primero Carlos VI, el padre de María Teresa, adquirió la valiosa biblioteca y la colección de grabados del príncipe Eugenio y, posteriormente, en 1752, María Teresa adquiriría el Palacio en sí. Sería bajo su mandato que el Palacio recibiría el nombre de Belvedere (“bella vista”), debido a la estupenda vista panorámica sobre Viena y sobre el propio conjunto del Belvedere que se contempla tanto desde el Belvedere Superior como desde la parte superior de los jardines (la denominación de “Alto Belvedere” y “Bajo Belvedere” no aparecería hasta 1776, cuando la colección de arte imperial se aloja en los edificios).

En un principio los edificios apenas fueron utilizados. En abril de 1770, con motivo del matrimonio entre María Antonieta (hija de Francisco I y María Teresa) y el rey francés Luis XVI, el rey Delfín tuvo lugar en el Palacio Belvedere un baile de máscaras que acogió a unos 16.000 invitados. A partir de entonces el Palacio recobró importancia.


A partir de 1776 el Alto Belvedere fue utilizado además como museo, al decidir María Teresa y su hijo el Emperador José II trasladar a él la Galería Imperial de cuadros reales del Stallburg (un ala del Palacio de Hofburg en Viena) al Belvedere Superior. Siguiendo los ideales del Absolutismo, la colección imperial debía hacerse accesible al público. Así, en 1781, la galería se abrió finalmente al público, convirtiéndose en el primer museo público del mundo. Posteriormente, durante las Guerras Napoleónicas, otras colecciones se llevarían al Bajo Belvedere. Éstas se vieron ampliadas a lo largo de los siglos, con obras de la escuela italiana, holandesa, alemana y de la escuela moderna austriaca, así como con las colecciones de monedas y antigüedades y la de antigüedades egipcias, si bien posteriormente, en 1888-89, todas las colecciones imperiales se trasladaron al recién construido Museo de Historia del Arte. Tras el traslado de las colecciones imperiales, los palacios de Belvedere dejaron de ser públicos y se les asignó un nuevo uso.


Cabe señalar que la única descendiente de María Antonieta y Luis XVI de Francia que sobrevivió a la Revolución francesa, la Princesa Maria Teresa Carlota, desde que contrajo matrimonio en 1799 con el Infante Luis Antonio de Borbón, Duque de Angulema, pasó a vivir en el Palacio; también, a principios del s.XIX, el Belvedere Inferior se convirtió en la residencia principal de Napoleón. Como hecho anecdótico, hay que señalar que Anton Bruckner pasó el último año de su vida en una dependencia del Alto Belvedere, en la cual compuso su Novena Sinfonía.

En 1896 el emperador Francisco José I decidió que el Belvedere Superior debía convertirse en la residencia de su sucesor al trono, su sobrino Francisco Fernando. Así, el Alto Belvedere fue reformado por Emil von Fösrter a partir de 1897, para el sucesor al trono austriaco, Francisco Fernando de Habsburgo (1863-1914), quien lo convirtió en su residencia; al mismo tiempo el interior del palacio también se vio modernizado, al añadir, por ejemplo, a los muebles barrocos originales, objetos neobarrocos. Francisco Fernando vivió en este palacio desde 1899 hasta su asesinato en Sarajevo en 1914, momento a partir del cual el palacio quedó vacío hasta 1917, pasando, en 1919, a ser propiedad de la República de Austria.


Mientras, el Belvedere Inferior abrió sus puertas en mayo de 1903 como la “Galería Moderna”. Este museo se concibió como la primera colección estatal de Austria para el arte moderno gracias a la iniciativa de la Asociación de Artistas de Austria conocida como la Secesión. El objetivo era poder reunir las obras del arte contemporáneo tanto de artistas locales como de artistas del panorama internacional. De esta manera se adquirieron desde los inicios de la Galería Moderna obras maestras de Van Gogh, Monet y Segantini. La colección de arte moderno pronto se amplió con vistas a albergar obras procedentes de épocas anteriores. De esta manera, el museo pasó a denominarse en 1911 “Galería Imperial".

El Belvedere Superior se convirtió de nuevo en un museo. A él se llevaron la colección del arte del siglo XIX, siendo los pilares esenciales los trabajos de artistas pertenecientes al movimiento vienés Biedermeier, tales como Ferdinand Georg Waldmüller.


En el Belvedere Inferior se creó un Museo Barroco único con obras pertenecientes a los siglos XVII y XVIII. En la Orangerie podía contemplarse el arte correspondiente al siglo XX, con trabajos de Gustav Klimt y Egon Schiele, entre otros.


Durante la II Guerra Mundial el Alto y el Bajo Belvedere se vieron gravemente dañados, con lo que los museos cerraron sus puertas y los Palacios tuvieron que ser reconstruidos después de la guerra, volviendo a abrir sus puertas en 1953. Durante los años posteriores se incorporaron numerosos trabajos a la colección, que supusieron un punto de inferencia en el arte de Austria.


El 15 de mayo de 1955, en la Sala de Mármol del Alto Belvedere tuvo lugar un hecho histórico; en ella se firmó el Tratado Internacional Austriaco, por el cual se devolvía la independencia a Austria, dejando de estar ocupada por las potencias aliadas a partir de ese momento.

En 2007-2008 el Museo Belvedere fue reorganizado. Así, las colecciones del arte Barroco y de la Edad Media, que hasta entonces se encontraban en el Belvedere Inferior y en el Invernadero (Orangerie), se transfirieron al Belvedere Superior. El Belverede Inferior y la Orangerie, que sufrieron una reconstrucción integral y una adaptación de la estructura original, pasaron a albergar magníficas exposiciones temporales que presentan el arte austriaco en un contexto internacional.


Así mismo, en los Prunkstall, las antiguas caballerizas de la guardia del Príncipe Eugenio, se construyó una “Cámara del Tesoro Medieval”; se trata de un depósito expuesto al público en el que exponen las existencias restantes del arte medieval que hasta entonces habían permanecido almacenadas en el depósito.


De este modo, el Belvedere Superior alberga todas las colecciones permanentes, con las obras pictóricas y escultóricas más destacadas desde la Edad Media hasta la actualidad. De la colección de pintura y escultura de los s.XIX y XX destaca sin duda la colección más grande del mundo de Gustav Klimt, con obras tan famosas como El beso y Judit, aunque también encontramos aquí las mejores obras de Schiele y Kokoscha, destacadas obras de los impresionistas franceses (como Monet y Renoir) y la colección más importante del arte Biedermeier vienés, además de una imponente colección escultórica, entre otras obras maestras.


Por otro lado, el Augarten Contemporary, la dependencia del Belvedere para arte contemporáneo, ofrece oportunidades a los jóvenes artistas, los cuales presentan sus obras en las exposiciones temporales que tienen lugar en él, además de contar en su interior con el Museo Gustinus Ambrosi."

sábado, 1 de octubre de 2011

Escaparate de Swarovski en Viena. Fotos sueltas.

Paseando por las calles de Viena me encontré una tienda de Swarovski con un escaparate que me pareció precioso.


jueves, 4 de noviembre de 2010

Baño del restaurante del Hotel Sacher, Viena. Baños del mundo.

¡Por supuesto que este hotel tenía que tener un baño bonito! :D


A mí lo que más me gustó fue el cuadro con el que señalan que es el baño de damas.

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viernes, 24 de septiembre de 2010

Comiendo tarta Sacher en el Hotel Sacher, Viena.

Fui a Viena en septiembre del 2005, de paso, yendo de Alemania a Slovenia, nuevamente por cuestiones de trabajo. Hice el viaje en tren y aproveché para estar en Viena dos fines de semana (es que hice viaje de ida y vuelta).

Si digo que Viena me encantó, posiblemente me dirás que tengo que empezar a ampliar mi vocabulario y que de casi todos los lugares de los que escribo digo lo mismo... pero... ¿qué hago yo si es así? Bueno, es que casi que si el lugar no me gusta, básicamente no hablo de él en este blog, por un lado, por el otro... ¡es que me encantó! :D

En este caso y como cosa rara, no llevaba visto de antemano lo que podía serme de interés en Viena y básicamente me dediqué a caminar por las calles, entrando a los lugares que me parecieron interesantes.

Fue así, camimando, caminando, como llegué frente al Hotel Sacher. Pasa que aún no sabes que soy una fiel e incondicional amante del chocolate (que en los últimos años he bajado dramáticamente su consumo por "razones de peso") y la tarta Sacher es una de mis favoritas desde hace montón de años... y sí, sabía de la historia de la misma y que fue inventada precisamente en el hotel Sacher y que dicho hotel está en Viena... ¡pero! ¡no había caído en la cuenta cuando llegué a la ciudad!¡Así que fue una sorpresa maravillosa!

Con aquello de que ya había comprobado que los precios en Viena son bastante más altos que en Madrid, me acerqué tímidamente al hotel y desde la calle vi el café, muy elegante y con un ambiente alegre a la vez que distinguido... ¡y tomé conciencia de que yo no estaba vestida para la ocasión! De hecho, es que ni llevaba en la maleta algo medianamente pasable para ir a un lugar así... pero también vi los precios y quedé muy sorprendida de que eran más bien precios muy asequibles, en especial tomando en cuenta la ciudad y el tipo de hotel que era. Así que apliqué el lema de "total, aquí nadie me conoce" y decidí entrar y darme el fantástico gusto de probar la tarta original en el que vendría a ser algo así como su santuario.

El primer gusto fue que no me sacaran a pesar de mi vestimenta :D luego, el ambiente, con música clásica de fondo, la decoracíón exquisita del lugar, los olores de la comida... ¡y sí! ¡Una vez más! ¡Levitaba!

Esa primera vez pedí un café vienés y un trozo de tarta... pero es que... con esos precios, con esa calidad y sabiendo que a saber cuándo iba a poder ir de nuevo... ¡tomé la costumbre de cenar allí todas las noches que estuve en Viena! :D ¡Y mira, tan acertada estuve, que de esto hace ya 5 años y aunque vengo deseando ir de nuevo, no hay forma que vaya otra vez a Viena!



Ya no recuerdo todo lo que probé, pero sí que me gustó todo. En especial, claro, la tarta Sacher pero también el goulash.



Tienen también una tienda y aproveché para comprar una tarta Sacher para compartirla en Madrid con la familia (claro, les encantó) y chocolate en povlo para hacer en bebida.

Tienen también una tienda online, que me parece ideal para un regalito super especial que se quiera hacer, pero digo "super especial" porque aunque los precios de los artículos en sí están bastante bien, el problema es el precio de los gastos de envío. Para que te hagas una idea, una tarta Sacher te cuesta, depende del tamaño, entre 19,50 y 39,50... pero los gastos de envío van ¡de 28 a 39 euros! :( Vale, es que es a través de DHL, pero... ¡se pasan!)

Como quiera que sea, la comida de este café me resultó exquisita y a buen precio.